15 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 935

El Periódico De España

Madrid - España

7 de marzo de 2024


Novedad Editorial

 

Crítica de 'En agosto nos vemos',

la novela póstuma de

Gabriel García Márquez:

la fuerza de la repetición

Este libro vuelve a demostrar hasta qué punto el Nobel, pese al temor de ya no ser el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias en la recta final de su vida

 

Gabriel García Márquez, autor de 'En agosto nos vemos' / ILUSTRACIÓN DE PABLO GARCÍA 

Por Ricardo Baixeras 

La decisión de sacar a la luz un libro que el autor no publicó en vida es siempre controvertida. Si ese autor se llama Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927- Ciudad de México, 2014) y confiesa además que ese libro no servía –"hay que destruirlo" (como si con semejante sentencia quisiera emular aquellas legendarias intenciones de Virgilio y de Franz Kafka con sus propios manuscritos)–, entonces la cuestión, si cabe, se convierte en todavía más compleja. En el prólogo de En agosto nos vemos, que aparece cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento, sus hijos Rodrigo y Gonzalo indican que en sus últimos años el autor de El coronel no tiene quien le escriba sufrió especialmente "la pérdida de memoria", que era, según les contaba, "a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada".

Y lo cierto es que esta novela corta o cuento largo que narra las vidas de Ana Magdalena Bach, "las tantas y tantas horas de incertidumbres que quedaban de ella misma dispersas en la isla" y cómo cada mes de agosto va donde su madre está enterrada para depositar gladiolos, quizá no tiene la fuerza irrepetible de sus grandes textos. Sin embargo, es una ficción que vuelve a mostrar hasta qué punto García Márquez, a pesar del temor de no ser ya el mismo por su pérdida de memoria, seguía dominando el arte de contar historias como centro neurálgico de una escritura que no hizo de la técnica un general en su laberinto en el que perderse, pero sí el armazón de una literatura cuyos motivos (la muerte, el doble, la soledad) y técnicas (las recurrencias, las repeticiones, las espirales y las imágenes obsesivas) vuelven a aparecer aquí como si fuera la primera vez.

Importancia del tiempo

Porque está la insistencia en mostrar, desde el mismo título, la importancia del tiempo como ya indicaban sus paradigmáticos Cien años de soledad, Un día después del sábado, El otoño del patriarca y La siesta del martes. Esa importancia aquí queda fijada en el mes de agosto, con sus fuera de toda duda calores caribeños. Está, como en Crónica de una muerte anunciada, la minuciosa obsesión temporal de quien vuelve «a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde», como volvía el obispo en su buque, y la minuciosidad de los nombres: de María Alejandrina Cervantes a Ana Magdalena Bach, de la literatura cervantina a la música sacra.

Está la temporalidad recurrente que vuelve sobre sí misma como un círculo que lo anuda todo, tal y como trata de anudar su vida Ana Magdalena Bach con el retorno cada agosto sin saber, en realidad, que está repitiendo muchos años después el mismo gesto de su madre. Están los movimientos de ida y vuelta constantes, cómo va y vuelve la protagonista sin percatarse de que, en realidad, se está juzgando «sin piedad». Está, como en los Buendía, la sensación de que a menudo las acciones pueden llegar a ser fútiles, de que hacer algo lleva incorporado a menudo la desaparición del acto. De que hacer implica deshacer, o no contar, o mentir.

Está, cómo no, la literatura, ya que aquí la protagonista en cada regreso a la isla siempre lleva un libro encima: Drácula, de Bram Stoker; Antología de la literatura fantástica, de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo; El día de los trífidos, de John Wyndham; Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; El ministerio del miedo, de Graham Greene, y Diario del año de la peste, de Daniel Defoe.

Está una atmósfera inconfundible ("faltaban seis para las cuatro, pero se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el sopor ardiente de la laguna"), está la sensación de haber asistido a un mundo conjetural y conocido a la vez ("admiró las playas de harina dorada al borde mismo de la selva virgen, la algarabía de los pájaros y el vuelo fantasmal de las garzas en el remanso de la laguna interior"), y de haber probado otra vez el lector el apetito pantagruélico de un autor por querer mostrar de qué manera los espacios exteriores son la medida exacta de una conciencia interior anafórica.

Encuentro inolvidable

Está el amor, el tema que recoge motivos y técnicas en la obra de García Márquez. Un amor que aquí no aparece en los tiempos del cólera, sino en el tiempo en que una vida ya nunca más va a ser la misma tras un encuentro amoroso inolvidable que se convierte en la ceremonia de la confusión por "veinte euros", a pesar de que la protagonista después de aquel encuentro ya nunca "más volvería a ser la misma. Lo había vislumbrado en el transbordador de regreso, entre las hordas de turistas que siempre le habían sido ajenas y que de pronto y sin motivos claros se le volvieron abominables".

Está la vida imaginada de Ana Magdalena Bach tratando de acortar y comprender las distancias entre la realidad falseada y la ficción verídica porque la suya es una vida a la espera, una vida lanzada hacia el futuro de cada agosto por venir, pero condicionada por los recuerdos, por la esperanza de volver a vivir lo ya vivido y la desesperanza de que todo aquello fue una serie de acontecimientos, que como la música que también suena en este libro, es meditativa: seis movimientos que nacen de la misma nota, del mismo impulso. Y está la firmeza de un escritor por volver a contar una historia construida bajo el velo del lenguaje  

 

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LA VANGUARDIA

Barcelona – España

6 de marzo de 2024

 

EL ACONTECIMIENTO EDITORIAL DEL AÑO 

Gonzalo, hijo de Gabo:

“Si los lectores no dan ese voto

de aprobación a la novela,

no se reeditará”

El primogénito del escritor presenta a nivel mundial 'En agosto nos vemos', la última obra que escribió su padre y que le pidió que quemara.

 

Gonzalo, hijo de García Márquez, junto al periodista Xavi Ayén y el escritor Héctor Abad Miquel González / Shooting

Por Lara Gómez Ruiz

Barcelona hoy no ha dejado de mirar el reloj, esperando pacientemente que llegaran las 18:30. A esa hora, el libro póstumo de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos (Random House), se presentaba al mundo en la biblioteca barcelonesa que lleva su misma nombre y que está reconocida como la mejor del mundo. La expectación era máxima. Ni siquiera unos activistas, que justo antes de empezar el encuentro mediático aprovecharon la presencia del alcalde Collboni para denunciar la falta de previsión ante la situación de emergencia por sequía, lograron que la joya literaria quedara relegada.

Que la capital catalana sea la ciudad escogida para dicha presentación, no es baladí. Barcelona fue un lugar de metamorfosis para Gabriel García Márquez. Fue aquí donde creció literariamente y logró mutar de autor minoritario a novelista reconocido a nivel mundial. Un paso de gigante que solo unos pocos escritores alcanzan en su carrera y que explica el revuelo armado para poder acudir a este acontecimiento, donde era necesario hacer reserva previa. 

Eso no evitó que fueran decenas los que atendieran de pie al hijo del autor, Gonzalo García Barcha –que vivió parte de su infancia aquí–; al escritor Héctor Abad Faciolince; al periodista Xavi Ayén, experto en el boom latinoamericano; y a la actriz Bárbara Lennie, que leyó fragmentos de esta inédita obra, acompañada de la música del conjunto Ana Magdalena Ensemble. “Este libro está repleto de música”, avanzó la editora Pilar Reyes.

“Cuando Gabo nos dejó, fue bastante claro, pues dijo que esto había que destruirlo. Pero esa declaración iba totalmente en contra de todo lo que nos inculcaron nuestros padres, que nos educaron para promover, respetar y conservar cualquier obra de creación”, empezó la presentación García Barcha. Su primogénito, no obstante, reconocía a los pocos minutos que su padre llegó a pagar a su madre “una cantidad reducida de dinero” por las cartas de amor que le envió, y una vez las tuvo, las quemó.

Gonzalo García Barcha, hijo de Gabo, esta semana en Madrid  Dani Duch / Propias

“Siempre tuvo un instinto muy particular de la posteridad y una facultad algo profética, adelantándose a cosas de que luego han sucedido”. Una de ellas fue recién casado, cuando a su suegro, triste por separarse de Mercedes, le dijo que no se preocupara, que en diez años se convertiría en alguien rico y famoso. “Imagínense la desfachatez”, reconoce su hijo.

García Barcha contó que el libro lo leyeron todavía con Gabo en vida. “Pudimos leerlo, pero estaba menos terminada que otras de sus obras que dejaba leer antes de publicar. Él siguió escribiendo y, dos años después, soltó su frase lapidaria”. En el verano de hace dos años, algo cambió. “Yo estaba en el Empordà y tuve esa conversación pendiente con mi hermano Rodrigo. Me preguntó qué íbamos a hacer y sugerí dársela a un editor para ver si era publicable. Cristóbal, editor de sus últimas obras, la había leído mucho más profundamente que nosotros y no parecía tener ninguna duda”.

Los hijos aceptaron. No obstante, Gonzalo ha advertido hoy a la audiencia multitudinaria: “Si los lectores no dan ese voto de aprobación a la novela, no se reeditará y no tendrá revisiones”. También ha reconocido de que “me incomodaba la idea de que esta se convirtiera en la novela  escondida o perdida de cierto autor. Nosotros sabíamos que la novela tarde o temprano iba a acabar saliendo, y es posible que la edición pueda tener una evolución siempre que el texto sea del agrado de los lectores”.

La obra permaneció durante mucho tiempo en el archivo del autor en la universidad de Austin. Allí, “cualquiera que lo deseara y pidiera permiso, podía leerla”, ha recordado Gonzalo mientras aplaudía el impulso de la periodista colombiana Patricia Lara, que fue la primera en hacerlo y que “ya avanzó en su momento que le causó una buena impresión”.

A él mismo también se la causó, a la vez que le enterneció “ver como en las correcciones había un punto que dudaba en cada palabra y la tachaba, hasta hallar la más conveniente. Eso es algo bonito y refleja muy bien cómo describió en su día el oficio de escritor: un pobre hombre sentado seis horas diarias frente a una máquina de escribir con el compromiso de contar una historia que sea a la vez convincente y bella. Y esta novela tiene esas dos virtudes”. Unas cualidades que también, asegura, tiene la portada del libro, ilustrada por David de las Heras, al que tanto el primogénito como el público han aplaudido. 

 

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REFORMA

Ciudad de México

3 de marzo de 2024


CULTURA

 

García Márquez se reencuentra

con sus lectores

 Por Israel Sánchez

 

La portada del nuevo libro fue diseñada por el ilustrador David de las Heras. Crédito: X Fundación Gabo. García Márquez en una fotografía de 2010, mientras lee, en su casa, "Yo no vengo a decir un discurso". Seis años antes había publicado su última novela: "Memoria de mis putas tristes". Crédito: AP

A 20 años de la publicación de su última novela, Gabriel García Márquez (1927-2014) se reencuentra este miércoles con sus lectores de todo el mundo con el lanzamiento póstumo de En agosto nos vemos (Planeta).

"Realmente parecía algo ya imposible. Pensábamos que lo que se publicó en vida de García Márquez era su obra entera, puesto que él había tomado las decisiones editoriales", apunta en entrevista el escritor, traductor y crítico literario Geney Beltrán, para quien la aparición de esta obra ratifica el estatuto de autor clásico y universal del Premio Nobel de Literatura colombiano.

"Esa condición de clásico vuelve importante cualquier escrito suyo que no se haya publicado en vida. No es sólo un interés documental o histórico, sino que es un interés literario", agrega el coordinador ejecutivo de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, proyecto dependiente de la Fundación para las Letras Mexicanas.

La undécima novela del autor de obras como Cien años de soledad y El coronel no tiene quién le escriba narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer casada que cada 16 de agosto visita la tumba de su madre en una isla del Caribe, y durante esos viajes mantiene varios encuentros eróticos con distintos amantes.

Su publicación se enmarca en el aniversario 97 del natalicio de García Márquez, y a un mes de cumplirse 10 años de su muerte, con cerca de 40 editoriales internacionales realizando un lanzamiento global en todos los mercados, algo igualmente inédito para una obra póstuma, considera Jaime Abello, director y cofundador de Fundación Gabo.

"Está destinado a ser un bestseller, y esto confirma la condición de clásico que ya tiene García Márquez. Entonces, se recibe con interés la obra, más allá de que al final a uno le guste más o menos, pues es la obra de un clásico de la literatura mundial", dice Abello a REFORMA.

"Es, obviamente, un libro de Gabo, pero que ha sido autorizado por sus causahabientes, por sus herederos (sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha), y no por él", continúa. "Es una decisión que se tomó muy cuidadosamente y se desarrolló editorialmente con mucho cuidado".

Los hijos del Nobel colombiano, quienes prologan la novela inédita, eligieron al editor Cristóbal Pera, que ya había trabajado antes con el autor, para concretar la publicación de la obra en la que García Márquez trabajó desde 1999 y de la que publicó algunos capítulos en revistas, cuyos manuscritos permanecían en los archivos vendidos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas.

"Básicamente, partió del último manuscrito que había en el Ransom, más las notas, más las correcciones adicionales que hizo (el autor) y que conservó en el computador la asistente de Gabo. Y a partir de allí compuso un texto que es de García Márquez, que lo único que ha tenido es un proceso editorial como el de cualquier otro libro de cualquier otro autor", refiere Abello.

"Yo pude reconocer en el manuscrito que ya esa obra estaba en un punto en el que sólo le faltaba un pulimiento por parte de un editor", resalta vía telefónica Gustavo Arango, autor, periodista y académico colombiano de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta, autodenominado "abogado defensor" a favor de la publicación de este libro.

En realidad, Arango estima haber tenido una influencia definitiva en el hecho de que finalmente pudiera ver la luz esta novela inédita que parecía condenada por una lectura de la agencia literaria Carmen Balcells, representante de García Márquez por más medio siglo, cuyo dictamen también se podía consultar en el archivo en Texas.

"Realmente la demeritaba un poco, y yo tengo la impresión de que esa fue la única opinión en la que se basó su familia para decidir que no la iban a publicar", comparte Arango, estudioso de la vida y obra del Nobel, sobre aquel dictamen que consideraba a En agosto nos vemos como un cuento repetitivo y alargado.

"Y yo lo que pensaba era: 'Pero, por Dios, repetitivo Cien años de soledad; repetitivo es El otoño del patriarca'. Ése es casi que el sello de García Márquez en muchas de sus obras, y es porque maneja una temporalidad muy caribeña, muy cíclica que a veces cuesta entender".

A decir suyo, un artículo que publicó en 2022 destacando el valor de esta historia y la importancia de publicarla habría sido el punto de partida para que la propia familia de García Márquez así lo reconsiderara; "no voy a salir ahora a decir: 'Yo logré que se publicara', pero digamos que algo influí, y eso me llena de mucha satisfacción", destaca.

"Y, bueno, incluso no siendo su mejor novela, es un buen cierre para su conjunto. Pero, además, una novela mediana de García Márquez sigue siendo una novela muy superior en el ámbito de la literatura latinoamericana", argumenta Arango, elogiando el estilo transparente y depurado de esta nueva obra.

"Es una novela que no va a decepcionar", asegura quien la devorara en una tarde y ya tiene preordenadas las ediciones en español e inglés. "Es una novela donde está García Márquez en ese nivel de una persona de una gran maestría, a pesar de las dificultades que todos sabemos que estaba viviendo para escribir (en sus últimos años)".

Sobre todo, Arango remarca la importancia de cerrar la obra del autor originario de Aracataca con esta historia luego de la recepción y crítica tan severa en contra de Memoria de mis putas tristes (2004), su última entrega de ficción.

"Ahí la literatura un poco se pierde porque es un tema demasiado complicado: un hombre de 90 años que se compra una noche con una niña. Eso es difícil de aceptar, y eso no es García Márquez en general. Cerrar una obra como la de él con ese episodio un poco sórdido me parece que no era un buen cierre", opina Arango.

"Mientras que aquí (en En agosto nos vemos) hay una dignificación de la mujer que yo creo que es más él porque siempre fue un hombre, un autor, una persona muy respetuosa, y siempre puso en una situación muy digna a la mujer. Y es un poco frustrante ver que muchos lo estaban descalificando simplemente como un machista perverso. Por eso es que me parece que esta novela representa un cierre mucho más digno".

'Más allá del bien y del mal'

Si bien destinada a ser un superventas, la novela inédita de García Márquez también parece sentenciada a la guillotina de una crítica feroz bajo el actual signo de los tiempos.

Arango, quien considera a En agosto nos vemos como una obra con un desdoblamiento femenino del autor y un diálogo con su madre muerta, augura, por ejemplo, señalamientos "patriarcales" al intento por parte de un hombre de construir un personaje femenino.

"Me parece equivocado juzgar a un autor por lo que hacen sus personajes; también me parece que es un poco estrecho decir que un hombre no puede crear personajes femeninos, o que una mujer no puede crear personajes masculinos. Entonces, obviamente, la incomprensión está garantizada", sostiene Arango.

"Realmente, el autor se expone a la crítica, y cuando se trata de un autor tan difundido como García Márquez, también se expone a críticas poco fundamentadas, un poco viscerales, poco informadas. Entonces, bueno, García Márquez está más allá del bien y del mal en este momento", prosigue el académico.

¿Es justo publicar una novela que será tan criticada cuando ya no está su autor para poder defenderla?

He llegado un poco a la conclusión de que toda literatura es póstuma, que el autor no está para defender su obra; la obra es el producto de muchas cosas: de un espíritu creador, de una época, de un contexto cultural, y está para ser apreciada y para suscitar reacciones. Pero realmente la obra no hay que defenderla, la obra es póstuma (...) y la obra se tiene que defender por sí sola.

Para Beltrán, por su parte, la obra literaria no es reductible a una sola consideración, "y menos si se busca una identificación con una forma, más que de pensamiento, de opinión", expresa el escritor.

"Y, ciertamente, la ausencia física del autor ya es irrelevante. Lo que se puede cuestionar es la obra; hay aspectos de maestría técnica y de retórica que por sí solos son dignos de consideración y que pueden ser verdaderamente maravillosos", añade Beltrán, enfático además en cuanto a que no importa si un autor es hombre o mujer, sino la manifestación de una "sensibilidad andrógina".

"Es esa sensibilidad andrógina una despersonalización que te lleva más allá de lo que es tu cuerpo, de lo que es tu historia personal por crecer con un cuerpo en un género determinado, lo que se manifiesta en la escritura en esos momentos privilegiados en los cuales la imaginación y la sensibilidad expresan lo que nosotros ni siquiera sabemos qué traemos dentro".

 

[…]


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10 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 934


EL TIEMPO

Bogotá – Colombia

marzo 5 de 2024

 

Música y libros

 

‘'En agosto nos vemos'

es un regalo para los lectores 'garciamarquianos'’: Pilar Reyes

Dos grandes de la literatura colombiana, como Laura Restrepo 

y Juan Gabriel Vásquez, siguen a ojo cerrado sus recomendaciones. 

 

La directora editorial de Penguin Random House contó su visión de

En agosto nos vemos.  FOTO: Edward Córdoba

  Por Ricardo Ávila

@ravilapinto

 Pilar Reyes es la directora editorial de Penguin Random House. Ha sido editora de varios premios Nobel –entre ellos Vargas Llosa y Saramago– y, por supuesto, estuvo al frente de la publicación de En agosto nos vemos. La bogotana, una de las personas más importantes del mundo del libro, habló con EL TIEMPO sobre el lanzamiento más esperado del año.

Como editora de tanta experiencia, ¿qué destacaría de este libro?

Me parece relevante explicar, en términos editoriales, que el libro, en las distintas versiones del Harry Ransom Center, está completo; la historia está completa: tiene principio, desarrollo y final. El trabajo editorial que se hizo fue cotejar las distintas versiones con las correcciones que había y de ahí salió y se fijó la versión final del texto. García Márquez era un grandísimo editor de sí mismo y en las distintas versiones que pudo trabajar antes de perder la memoria, tenía una historia completamente montada, lo que había era correcciones de lenguaje, de precisión de palabras, de mover aquí, de detalles de los personajes como la edad de la protagonista, de dejar o no determinadas informaciones, las características físicas de un personaje. Todo ese nivel de detalle en el que él era un maestro absoluto… él seguía trabajando en todo esto y no sabemos hasta dónde habría seguido, porque esa es una pregunta que nadie puede contestar. Pero esta es una versión completa. El trabajo editorial fue seguir de alguna manera sus propias indicaciones en las distintas correcciones que hizo; ese trabajo estuvo a cargo de Cristóbal Pera, que fue el editor que trabajó con él en Memoria de mis putas tristes y en Yo no vengo a decir un discurso, es decir, alguien que conocía el trabajo de edición de trabajo de García Márquez y podía tomar decisiones acertadas sobre qué dejar de una u otra corrección en las distintas versiones. Los lectores tendrán un manuscrito que, para su autor, en términos de historia, estaba terminado, aunque no fuera definitivo en su última escritura. En la escritura de Crónica de una muerte anunciada o en Memoria de mis putas tristes se puede ver, en los archivos del Ramson, las correcciones de García Márquez. Era un escritor muy pegado al detalle, muy editor de sí mismo, como dije antes, y tomaba decisiones importantes de último momento. No sabemos hasta donde habría llegado esta novela, pero lo que vamos a leer es un texto totalmente garciamarquiano con el vigor tanto en el relato y en el cómo lo cuenta.


¿Cómo fue el proceso de negociación de la novela?

Recibimos el manuscrito hace un año. La negociación se produjo en total normalidad. Teníamos que guardar la noticia largo tiempo porque queríamos publicar la novela el día del cumpleaños de Gabo y en el año de la conmemoración del décimo aniversario de su muerte. El anuncio oficial lo hicimos en la feria de Frankfurt de 2023, junto con los editores de Gabo en varios países fuera del mundo hispano. Era una noticia literaria de orden mundial.


 

Presentación de la novela En agosto nos vemos, de García Márquez. FOTO: Efe

https://www.youtube.com/watch?v=WD3PGLE42Uw

Desde su perspectiva de lectora de García Márquez, ¿cuál sería su descripción de este libro?

Para mí, como lectora de García Márquez, lo más interesante son dos cosas. La primera es el personaje femenino que construyó, creo que es un personaje que no se parece a sus personajes femeninos anteriores: por primera vez una mujer es totalmente protagonista de una novela, lo fue en algún relato o en la pieza teatral Diatriba de amor contra un hombre sentado, pero no en una novela. Se puso en un lugar no habitual para él y me llama la atención que haya sido en el libro final. También es una mujer muy moderna en el sentido de que la vemos en un momento de transformación; es una mujer que tiene 46 años cuando comienza el libro y cuando termina tendrá 50 y en el relato toma una decisión personal de absoluta libertad de cómo vivir su sexualidad. En ese sentido, el libro me parece tremendamente llamativo con respecto a los personajes femeninos que García Márquez había construido en el pasado. Es un final esplendido descubrir a un autor visitando otras zonas, habitando lugares que no había tocado y me admira profundamente ese hecho. También donde está ubicada la historia, por determinados datos que él da. Hace algo bellísimo, vamos asistiendo, en las distintas visitas que esta mujer hace a la isla una vez al año para poner flores en la tumba a su madre, vamos viendo, en pequeños detalles, la transformación por el progreso de ese lugar, cómo va creciendo el turismo, cómo van creciendo los hoteles, cómo se van sofisticando los taxis. Son detalles muy pequeños, pero que nos van dando noticia de la progresión temporal que ese lugar experimentaba. Y el final creo que es conmovedor. García Márquez es famoso por no nombrar la muerte, y aquí hay una concepción de lo que la muerte significa, que es especialmente simbólica por ser el último libro que escribió. Los críticos van a encontrar mil motivos para analizar esta novela, desde los libros que lee la protagonista, una mujer culta, que sabe mucho de música y que decide darse una noche de libertad. Nacerá todo un acervo crítico por este libro, en esas dos o tres horas de lectura, es un libro breve, los lectores tocarán por un instante otra vez el universo de García Márquez. Es un regalo muy feliz para los lectores garciamarquianos.

 

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BLOG

De Gustavo Arango

Oneonta - NY- USA

Marzo de 2024

 

La historia del rescate de

En agosto nos vemos

 

Como no hay plazo que no se cumpla, en pocas semanas el mundo conocerá la novela de Gabriel García Márquez que durante muchos años permaneció inédita y guardada en un archivo de la Universidad de Texas. Reproduzco un artículo escrito por solicitud de El Diario de España (5 de mayo de 2023), en el que hablo de mi papel para que la familia del nobel colombiano reconsiderara su decisión de no publicar la novela. Incluyo también enlaces al texto publicado en México (16 de julio de 2022) con el que todo comenzó y una entrevista para El club de lectura, de Caracol (agosto de 2022), en la que insistí en que la historia de Ana Magdalena Bach debía ser publicada.

Nueve años después de su muerte, Gabriel García Márquez vuelve a ser noticia. A finales de marzo, el Instituto Cervantes anunció que el escritor colombiano es el autor latinoamericano más leído y el autor más traducido del español en el siglo XXI. El 28 de abril, sus editores anunciaron que el próximo año publicarán su novela En agosto nos vemos. Para los lectores de García Márquez, el lanzamiento de un nuevo libro suyo siempre ha sido un motivo de celebración. Para mí, la alegría tiene un motivo adicional. He tenido el honor de ser instrumental para que esta novela finalmente se publique.

De En agosto nos vemos se han tenido noticias fragmentarias. En 1999, su autor divulgó como un cuento el que sería el primer capítulo de la novela. García Márquez seguiría trabajando en el texto por varios años. En 2007, cuando el mundo hispánico le rindió un homenaje en Cartagena de Indias durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, le habló con entusiasmo a un amigo suyo de la novela que estaba escribiendo.

Pero, al final, el proyecto quedó abandonado. La pérdida de sus facultades mentales le impidió completar esa historia de amor que sería la culminación de su carrera literaria.

Tras la muerte de García Márquez, el 17 de abril de 2014, En agosto nos vemos volvió a ser noticia y muchos nos ilusionamos con la idea de poder leerla. Pero la familia del autor anunció que no sería publicada. Todo indicaba que Memoria de mis putas tristes (2004) sería la impresión final de quien en su momento fue considerado el escritor vivo más importante de la lengua castellana.

Mustio Collado, el protagonista de Memoria de mis putas tristes, es un buen representante de ese arco temático que empieza con la muerte y la soledad, para culminar –en las últimas obras de García Márquez– con el amor como obsesión principal. Es posible citar frases del libro que son memorables: “No te vayas a morir sin probar la maravilla de tirar con amor”. Pero no dejaba de ser problemático que el protagonista de su última novela se dejara encasillar tan fácilmente como “pervertido” o “depredador”. Esa novela le daba un cierre “mustio” a una obra que merecía mejor suerte. La publicación de En agosto nos vemos no solo confirma la vigencia de Gabriel García Márquez, también representa la reivindicación de su legado.

Retrato de un gabólogo

Mi vida ha estado entretejida con la de García Márquez. No olvido la impresión que me produjo a los doce años la lectura de La hojarasca, su primera novela. En 1975, cuando apareció El otoño del patriarca, corrí a prestar el libro en la biblioteca de mi escuela, pero no entendí casi nada. De aquella primera lectura –del que hoy es mi libro suyo favorito– solo me quedó el recuerdo de unas vacas que se comían las cortinas en el balcón del palacio presidencial.

Nací y crecí en Medellín, una ciudad que ya empezaba a ser una de las más violentas del mundo, como lo refleja Noticia de un secuestro, y la lectura fue mi refugio. Decidí estudiar periodismo porque García Márquez me había mostrado con el ejemplo que ese era un buen camino para llegar a ser escritor. A comienzos de la década de 1990, decidí marcharme a Cartagena de Indias y allí empecé a trabajar en El Universal, el mismo periódico donde cuarenta años atrás García Márquez había iniciado su carrera de periodista. 

La soledad de las palabras

El Harry Ransom Center es como una caverna llena de tesoros. En los días que estuve allí también miré los manuscritos de James Joyce, Jorge Luis Borges, G. K. Chesterton y Evelyn Waugh. Los archivos de muchos otros artistas destacados están allí. La decisión de la familia de García Márquez fue acertada. Es difícil pensar que esos materiales estuvieran mejor guardados y disponibles para los investigadores en otro lugar. Regresé a casa con la urgencia de causar revuelo y, en pocos días, escribí un artículo, “La soledad de las palabras”, que envié a Confabulario, el suplemento cultural del diario El Universal de México, con la esperanza de que fuera leído por la familia de García Márquez.

En el artículo hice una sinopsis de esta novela cuyo paisaje es una mezcla de muchos espacios del Caribe. Conté que es la historia de diez años en la vida de Ana Magdalena Bach, una mujer hermosa y madura (“de cabello indio, piel de color y textura de melaza, ojos de topacio y oscuros párpados portugueses”), felizmente casada y madre de dos hijos. Expliqué que la historia en cinco capítulos se concentra en lo que ocurre cada año alrededor de una fecha precisa, el 16 de agosto, el día del aniversario de la muerte de de su madre.

El viaje a la isla se repite cada año con variaciones. A lo largo de la novela, somos testigos de la transformación del personaje, de la forma como la culpa afecta su matrimonio, de sus triunfos furtivos y sus fracasos. En uno de sus viajes se entrega en un auto a un hombre con aire de “vampiro triste” (poco después, Ana Magdalena descubre que es un criminal buscado por las autoridades, “estafador y proxeneta de viudas alegres y solitarias, y probable asesino de dos”). En otra ocasión, Ana Magdalena cree haber seducido a un empleado del hotel, hasta que el chico le cobra por sus servicios. Cuando no encontró con quien acostarse, se llenó de pesadumbre y lloró de rabia “por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres”. Para Ana Magdalena, “perder una noche era perder un año”. Llegó a preguntarse “si sería capaz de salir a la calle a parar automóviles hasta encontrar a alguien que le hiciera el favor de su agosto”.

En el archivo del Harry Ransom Center hay un informe de lectura que cuestiona la calidad de la novela. Es posible inferir que ese único juicio determinó la decisión inicial de la familia de García Márquez de que no se publicara. En mi artículo me dediqué a dar razones para justificar que se reconsiderara esa decisión. Hablé de su forma, su lenguaje y su contenido. Destaqué sus referencias literarias y musicales. Señalé la aceptación de la muerte, el homenaje implícito a su madre y los ecos de otras obras de García Márquez. Expliqué el poco trabajo de edición que requería. Dije que ese esfuerzo de un hombre batallando con las últimas fuerzas creativas que le quedaban merecía consideración. La razón de más peso era que esta novela, la única suya donde el personaje principal es una mujer, representa un final mucho más digno para el conjunto de su obra.

Al artículo en México le siguió una extensa entrevista radial que se transmitió en Colombia. Al poco tiempo supe, a través de su biógrafo Dasso Saldívar, que los hijos de García Márquez y su agencia literaria estaban reconsiderando la decisión y buscando otras opiniones. El pasado 28 de abril (de 2023. N del E.) me desperté con la noticia de que la novela saldrá a la luz el año entrante y con una invitación de elDiario.es a contar la historia detrás de la noticia. Si llegaron a este punto, esa historia es la que acaban de leer.


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EL TIEMPO

Revista BOCAS

Bogotá - Colombia

6 de marzo de 2024

 

MÚSICA Y LIBROS

 

‘García Márquez se consideraba

un feminista’, dice su hijo

Rodrigo García Barcha

Se imprimieron 250.000 ejemplares de la primera edición

de la novela en América Latina y en España.

Llega a las librerías En agosto nos vemos, la novela póstuma del escritor. Entrevista con su hijo.


Por Gabriela Herrera Gómez

@gabrielahergo

Hoy, cuando Gabo cumpliría 97 años, el mundo recibe las últimas palabras del Premio Nobel de Literatura a pocos días de que también se conmemoren diez años de su muerte. Una novela que fue prometida por el escritor desde 1999 y que no pudo terminar por los desaciertos de la vejez. “Gabo decía que era un desastre, que no servía”, señala Rodrigo García Barcha, su hijo mayor. “Pero cuando perdió la capacidad de escribir, perdió la capacidad de leer, y nunca nos dijo por qué no servía. Eso nos hizo sospechar que perdió la capacidad para juzgar el libro”. Sin embargo, Gabo dejó dicho que al morir podrían disponer de su obra como quisiesen, y sus hijos, con otros ojos, le dieron otro valor a ese manuscrito que él menospreció.

La primera vez que Rodrigo escuchó la historia de Ana Magdalena Bach, protagonista de En agosto nos vemos, era una idea vaga. “Nunca contaba la historia completa, daba unos indicios de una mujer que va a visitar a su madre pero nunca te daba una idea completa de cuál era la trama de lo que estaba escribiendo”. Con los años, la enfermedad del olvido le impidió darle una continuación a su historia, pues ni siquiera podía recordar sus sueños, esos que siempre le habían ayudado a resolver sus asuntos literarios.

No obstante, Gabo había dejado varios manuscritos y nunca fue capaz de desecharlos. De hecho, el premio nobel había dado dos adelantos de la trama en la década de los 90. La primera, frente a un grupo de 60 estudiantes de la Universidad de Georgetown en 1997 a puerta cerrada de la prensa, y dos años más tarde, en la Casa América de Madrid. Allí leyó su primer capítulo al público y advirtió que sería parte de una futura novela. El libro quedó guardado por decisión del propio Gabo hasta que en 2014, tras su muerte, la familia decidió vender su archivo personal al Harry Ransom Center en la Universidad de Texas para conservar su legado.

Los manuscritos quedaron expuestos a ojos de investigadores y académicos, hasta que Rodrigo y Gonzalo –junto a la labor de Cristóbal Pera, editor de Vivir para Contarla y Memorias de mis putas tristes– decidieron exponerlo al mundo como parte de los preparativos para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del autor. “No se agregó nada que no estuviera en los múltiples originales que dejó Gabo de esta novela. Lo que ha hecho Cristóbal es un trabajo de arqueología, recolectar entre todos los manuscritos que existían y llegó a un original”, señala García.

La novela se desarrolla en una isla tropical a la que una mujer acude cada agosto, por veintiocho años, a visitar la tumba de su madre. Pero en cada viaje, explora su sexualidad y su deseo fuera del matrimonio, cuestionando la vida como la conoce, sus propios límites e incluso los recuerdos de su propia madre. La obra llega a partir de hoy a todo el mundo hispanohablante en Penguin Random a excepción de México y Centroamérica, donde será editado por Planeta. En el extenso listado de editores internacionales incluye muchos de los más prestigiosos sellos del mundo, como Knopf en Estados Unidos y Canadá, y Viking en Reino Unido (ambos sellos de Penguin Random House), Grasset en Francia, Mondadori en Italia, Kiepenheuer & Witsch en Alemania, Meulenhoff en Holanda, Gyldendal en Dinamarca, Dom Quixote en Portugal, Record en Brasil, Minumsa en Corea del Sur, Psichogios en Grecia, Bonnier en Suecia, Am Oved en Israel o Dar Altanweer para la lengua árabe.

“Hay una tendencia vinculada al duelo de tratar de cerrar cabos sueltos que dejaron los padres. Para mí, que este libro salga en estas circunstancias, me deja tranquilo en el sentido en que toda la obra está a disposición de sus lectores. Sea cual sea el veredicto, me deja más tranquilo que dejar en el aire una obra que tarde o temprano iba a salir”, señaló Gonzalo García, durante la rueda de prensa de lanzamiento en Madrid.

Por su parte, Rodrigo, quien conversó con EL TIEMPO, dijo: “Estoy contento, siempre habrá quien diga que no se debió hacer, pero ya había gente leyéndola con los archivos abiertos del Harry Ransom Center, entonces, ¿por qué no?”

Cuando Gabo decía que la obra no funcionaba, ¿cuál era la razón?

Nunca dijo por qué y eso fue lo que nos hizo dudar cuando lo volvimos a leer, ya que Gabo ni siquiera tenía la capacidad de decir por qué. Solo decía ‘no funciona’, ‘no tiene sentido’, ‘un desastre’, entonces sospechamos que era incapaz de evaluar la obra pues no daba ninguna claridad. Gabo nunca guardó libros no editados, todo libro con el que no estaba satisfecho, lo botaba. El hecho de que el no botara este libro, implica que era una cosa indescifrable para él. No hay más libros, porque no hay más libros no terminados. Así que el hecho de que diga que no funcionaba, pero no lo destruyera, nos fue animando.

Los libros que lee la protagonista van marcando el estado emocional de la escena que los rodea y de ella. Se menciona a Drácula, de Bram Stoker, en el primer capítulo, cuando ella se deja llevar por los deseos sexuales. A medida que pasa la novela, lee a Graham Greene, Daniel Defoe. ¿Cree que además de ser los libros favoritos de Gabo, son una señal de lectura?

No lo había pensado, pero tiene sentido, porque las cosas que hacen los grandes, nunca son por casualidad. O sea, porque está leyendo un libro al principio, otro al medio y otro al final, todo significa algo. Tanto consciente como inconscientemente por parte del escritor.

Se ha dicho mucho sobre la importancia del mes de agosto para la vida de Gabo. ¿Sabe usted algo de su relación con ese mes?

No, no la conozco. Siempre pensé que era agosto porque era el mes más caliente, el mes de la luz más fulgurante, el mes más salvaje. Sobre todo en términos de calor en el hemisferio norte, Caribe, Ecuador, pero yo no lo había pensado. A veces, en el caso de los escritores, es el sonido de una palabra. En abril nos vemos a lo mejor no tiene la fuerza de En agosto nos vemos, que es un mes más de fuego. De mi lado no hay conciencia particular de este mes, y a lo mejor si la tenía o la tenía sin darse cuenta.

Sin ánimo de ‘spoilear’, el final de la obra lleva un elemento muy garciamarquiano que es el ‘saco de huesos’ –o talego– que al final carga la protagonista. ¿Es, como en Cien años de Soledad, un símbolo del destino, o al contrario, de ir en contra de este destino y romper con su viaje penitente de ir a la isla?

Rebeca (el personaje de Cien años de soledad) llegando con los huesos de su padre está basado en una persona real que Gabo conoció en la infancia, entonces la imagen en sí tiene ese origen. Luego está por supuesto el significado que le da cada escritor a la metáfora que saca a partir de eso. Yo lo interpreto de varias maneras. Uno es, por ejemplo, que habiendo descubierto que la madre tenía una vida secreta y parecida a la suya, decide terminar con esos viajes. O sea, lo hace ella misma para obligarse a no ir y así el año entrante ya no podrá decir ‘voy a llevarle flores a mi madre’. A lo mejor es como su manera de dejar algo o un enojo con la madre. Hay algo misterioso en cuanto a la relación con la madre, pero lo que sin duda es cierto, es que, al traerse los huesos, ya se acabaron los agostos que ella quería.

Bach fue uno de los compositores favoritos de Gabo. ¿Cómo llega a este homenaje en el nombre de su protagonista?

Es uno de sus compositores favoritos, ahí no había gran misterio, y siempre le gustó el nombre, pero yo creo que los grandes artistas siempre se preguntan, ¿por qué no puedo hacer esto, por qué mi personaje no se puede llamar Hamlet, por qué no puede perseguir una ballena blanca? A lo mejor sencillamente le gustaba la musicalidad, el sonido del nombre: Ana Magdalena. No conozco los pormenores de la vida de Ana Magdalena salvo que era la mujer de Bach, y creo que ellos tuvieron muchos hijos, que en esa época era, como dicen en México, una mujer de su casa.

Usted dice que este es un libro feminista. Además de que la protagonista es mujer, ¿qué claves da en el feminismo como tal?

Porque es la búsqueda de la decisión del personaje, de su identidad personal, los deseos sin tener los tapujos de los prejuicios sociales o de decir: ‘eso está mal’ o de juzgarse a sí misma como infiel o lo que sea. Sencillamente ella está reaccionando a sus propios deseos, actuando con libertad que es lo que quiere todo ser humano y lo que también hay que imaginarse que quieren las mujeres, tener su libre albedrío y no juzgarse a sí misma. Gabo se consideraba un feminista en la manera en que él conducía su vida y además admiraba a muchas escritoras mujeres como Virginia Woolf o Merce Rodoreda.

¿En qué manera se destaca Ana Magdalena Bach en su obra?

Gabo tiene grandes personajes femeninos en todos sus libros, sobre todo en Cien años de soledad y el Amor en los tiempos del cólera, Isabel, la Cándida Eréndira… pero no tenía un libro donde el personaje solo sea una mujer, de esta edad, con estas características y eso también nos motivó a publicarla. Siempre se habla de Gabo como realismo mágico, y solo en dos o algunas partes de sus libros se ve esto. Aunque maravillosos y sumamente expresivos, son sumamente realistas y psicológicos, y esta novela es más así. La protagonista tiene la capacidad de hacer algo fuera de lo que se considera socialmente aceptable y de no juzgarse a sí misma.

La soledad aparece mencionada constantemente, como si la protagonista huyera de ella. De hecho, dice que va al cementerio de la isla porque “es el único lugar solitario donde no se siente sola”

Yo creo que es una meditación sobre ese balance en que todas las personas, aun allegadas a padres, familias, cónyuges, amigos, hay un lado de la persona que está aislado, porque la identidad es la identidad y no todo se puede compartir. Yo creo con mucha razón que el matrimonio de ella es feliz y, sin embargo, necesita de todas maneras este escape de veinticuatro horas al año.

Para terminar, ¿cree que hubo alguna consciencia de Gabo para despedirse de sus lectores en esta novela? ¿o algo de los recursos narrativos que dan cuenta de un escritor saliente?

Es difícil hablar de una persona muy perdida en la memoria. Yo creo que no, que él hubiera querido seguir trabajando y si hubiese podido, seguir publicando o la hubiera destruido porque no le gustaba dejar trabajos en proceso. Se le fue desvaneciendo la conciencia y entonces después se quedó un poquito a medias todo. El libro se siente más contemporáneo, pero no creo que hubiera ahí el deseo o la posibilidad de decir: ‘este es mi libro de despedida’.


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7 de abril de 2024

MEMORABILIA GGM 933


Publicamos algunos de los comentarios 

que se hicieron hasta hoy, de la novela

En agosto nos vemos.

 

EL COLOMBIANO

Medellín - Colombia

3 de marzo de 2024

 

 

En agosto nos vemos:

claves para leer la última novela

de Gabriel García Márquez

En este ensayo el poeta y editor Harold Alvarado Tenorio descifra

la novela que cierra la carrera literaria del Nobel de Literatura de 1982.

 

Por Harold Alvarado Tenorio

De tal palo tal astilla es un refrán que hace referencia al carácter y las costumbres que se transmiten de madres a hijas. Quizás la primera vez que Gabriel García Márquez dio a conocer el primer capítulo de En agosto nos vemos fue en Madrid, en una lectura que hizo del texto durante el Foro de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), un viernes de marzo de 1999. Entre el público estaban Felipe González y Mariano Rajoy, entonces ministro de cultura del gobierno de José María Aznar. GGM anunció que lo leído haría parte de un libro de cuentos y, pidiendo silencio, rogó a quienes se aburrieran saliesen sin hacer ruido, “para no despertar a los que se hubiesen dormido”. The New Yorker publicaría el mismo capítulo como Meeting in August, en una de las ediciones de finales de ese año y en traducción de Edith Grossman.

Se sabe que siguió trabajando en la historia varios años y, ya bien entrado el siglo nuevo, comentó que sería una novela. Tras su muerte, llegó a pensarse que la tenía abandonada porque había perdido las facultades del genio tras padecer de cáncer linfático, mientras combatía sin vigor el Alzheimer que le llevaría a la eternidad. Ahora sabemos que hizo más de doce versiones de ese cuento largo y que lo había enviado a uno de sus agentes literarios, que lo hizo leer de un tarado, que conceptuó que En agosto nos vemos no tenía la calidad, ni extensión, de sus famosas novelas y apenas superaba en algo a Memoria de mis putas tristes, donde un anciano putañero, al filo de la muerte, encuentra el amor de su vida con una mulatica de la clase obrera, que le vende su virginidad para ayudar a su familia. Tal vez el lector anónimo afirmó tal cosa porque supuso que las ventas del libro serían un fracaso por la amenaza del Nobel de no visitar más España en protesta porque Josep Piqué i Camps, que acaba de morir, exigía visados a los colombianos.

Los hijos de GGM decidieron, luego de consultarlo con la almohada y tras el fallecimiento de Mercedes Barcha, publicarla. En una versión ligeramente enmendada, pues en el antiguo manuscrito la protagonista, por ejemplo, tiene 52 años y viaja a la isla de sus amores profanos en un ferry de las tres de la tarde, y en esta tiene 50 y viaja a las dos. 

La literatura de parábolas, me dijo una noche GGM en Siqueiros Piano Bar, frente a Magdalena Rodríguez, la inventó Jonás, cuando convenció a su mujer que había vuelto a casa con tres días de retraso porque se lo había tragado una ballena. En agosto nos vemos narra las vicisitudes del añejo matrimonio de Ana Magdalena Bach, inundado de melodías clásicas y melodías caribes, y las tres últimas aventuras de viajes eróticos a la isla donde reposan los restos de su madre Micaela, desde hace veintinueve años. Ana Magdalena Bach es una empedernida lectora de novelas raras y de amores contrariados, que ha cumplido medio siglo al final de la historia, casada con el director de un conservatorio, madre de una pareja de hijos, también melómanos o músicos que interpretan igual el chelo que otros instrumentos. Todos habitan un lugar que bien puede ser Cartagena de Indias, y la isla, San Andrés. 

En la primera de las visitas que narra GGM, Ana Magdalena llega a la isla y la encuentra, como ha sido desde hace veintiocho años, un lugar de desolación y abandono, con las arenas y las calles sucias, niños semidesnudos y negros mutilados por la pólvora de la pesca furtiva, con un viejo hotel levantado por un senador que deseaba ser presidente y coches de alquiler destartalados y envejecidos por el óxido del salitre, pero con un cuarto de hotel que da a una laguna poblada de garzas azules. La noche después de la visita a la tumba de su madre, baja al comedor, ordena un bocadillo de jamón y queso y toma un brebaje de ginebra con hielo y soda que le anima antes del sueño pero que esa noche le lleva hasta los brazos de un ingeniero civil de cuarenta y seis años con quien comete el furor de capitular en cuerpo y alma. 

“No le dejó ninguna iniciativa. Se acaballó sobre él hasta el alma y lo devoró para ella y sin pensar en él, hasta que ambos quedaron exhaustos en un caldo de sudor. Permaneció encima, luchando a solas contra las primeras dudas de su conciencia bajo el chorro caliente y el ruido sofocante del ventilador, hasta que se dio cuenta que él no respiraba bien, abierto en cruz bajo el peso de su cuerpo. Entonces descabalgó y se tendió bocarriba. 

De pronto, como el rayo de la muerte, la fulminó la conciencia brutal de que había fornicado y dormido por la primera vez en su vida con un hombre que no era el suyo [...] 

Hasta entonces no se había dado cuenta que nada sabía de él, ni siquiera el nombre, y que lo único que quedaba de su noche loca era un triste olor a lavanda en el aire purificado por la borrasca. Sólo cuando cogió el libro de la mesa de noche para guardarlo en el maletín se dio cuenta que él le había dejado entre sus páginas de horror un billete de veinte dólares” (En agosto nos vemos). 

El año siguiente, Ana Magdalena tiene su alma tan irreconocible que decide tomar un taxi nuevo e instalarse en el Carlton, un hotel tan caro como el anunciado cementerio para turistas, donde entierran los muertos de pie para ahorrar terreno. Allí baila con un individuo de treinta años, como de museo de cera, caderas ceñidas, piel apagada, ojos ardientes, cejas frondosas y pelo negro, henchido en un esmoquin, tan postizo como sus maneras, pero patrón de una camioneta de dos asientos que se hacen catre, con equipo de sonido y ducha con bidé. Un encuentro que le dejó en el vientre una trilla de fuego con tres días de compresas y baños de asiento. 

En el penúltimo viaje a la isla todos los hoteles de dos estrellas, incluido el Hotel del senador, están ocupados y tiene que buscar refugio en uno casi de lance en compañía de un hombre mayor que le lleva en su coche. Pero este amor de una noche resulta ser un obispo que “le dio un beso inocente que la estremeció hasta el alma, y siguió besándola mientras le quitaba la ropa pieza por pieza con una maestría mágica de los dedos, hasta que sucumbieron en un abismo feliz”. Y como el primero de la serie, le dejó un recuerdo entre las páginas del libro que estaba leyendo: una tarjeta de visita.

De regreso al continente y mientras leía otra vez en un diario realista de la peste de mediados del siglo XVIII en Londres, imaginando quien en verdad seria ese hombre holandés que decía la tarjeta de visita, Ana Magdalena va cayendo en cuenta que sus escasas aventuras amorosas de tantos años de visita a la isla han sido una ilusión, una quimera del destino: ya con cincuenta años encima estaba íngrima para siempre en un mundo de hombres: su marido no visita su cama, su hija había ingresado al convento, su hijo viajaba por el mundo tocando su chelo y sus amigas hacían lo mismo que ella en la isla, pero en la ciudad. Maldijo haber roto la tarjeta del obispo, pero una tarde, mientras tomaba las onces con ellas, vio a un caballero en traje de lino, con el cabello ceniciento y un bigotillo terminado en puntas que le recordó a alguien, pero solo más tarde, muchos días después, cayó en cuenta que era el primer amante, el que le había dejado los 20 dólares entre su libro de vampiros.

El último 16 de agosto vuelve al mismo hotel, las mismas calles avejentadas como su florista y recibió otro golpe del destino: supo porque su madre visitaba la isla y quiso ser enterrada allí. Ante la tumba encontró un promontorio de flores podridas por las lluvias, despojos de las que cualquier día del año dejaba un hombre de unos setenta años, con cabellos nevados, bigote de legislador y un bastón que convertía en paraguas.

El argumento o tema del doble es un asunto conocido desde tiempos remotos. En las leyendas germánicas el doble fantasmagórico, el sosias, el doble que va a nuestro lado, nuestra sombra viva o bilocación, sería un fenómeno paranormal, sobrenatural o divino según el cual una persona estaría al tiempo en dos o más lugares diferentes. De allí que los antiguos habitantes del mundo del hielo creyesen que ver al propio doble sería un augurio de la muerte, o que visto por amigos o parientes sería la indicación de una enfermedad o un problema de salud inminentes. Y hay quienes creen, como el sueco Johan August Strindberg, que quien ve su doble va a morir. Según Borges, estas apariciones espectrales vendrían de los espejos de metal o del agua, o de la memoria y los sueños, que nos hacen al tiempo espectadores y actores. 

Cuando Gabito creció y viajó por el mundo hombres y mujeres creían en el amor, aspiraban a repetir las historias de sus padres, soportar el matrimonio y criar los hijos que nadie sabe para que vinieron al mundo. La izquierda que se descolocó en mayo de 1968, así proclamara el amor libre, lo que afanosamente buscaba era esa otra mitad nuestra, ese único y verdadero amor que liquidaría la soledad y las derivas de la existencia y, que lamentable, es la profecía incumplida.

Luego de haber recibido la revelación de las aventuras de su madre, Ana Magdalena, abrumada por las emociones deambula por los arrabales y da con un mago a quien preguntó dónde estaría el hombre de su vida y este le contestó con imprecisión certera: Ni tan cerca como tú quisieras ni tan lejos como tú crees. Regresa al hotel, rechaza a un joven pretendiente, hace una siesta larga y después de las cuatro va al cementerio a exhumar los restos de su madre para llevarlos consigo. 

“El celador y un sepulturero de alquiler desenterraron el ataúd y lo abrieron sin compasión con las artes de un mago de feria. Ana Magdalena se vio entonces a sí misma en el cajón abierto como en un espejo de cuerpo entero, con la sonrisa helada y los brazos en cruz sobre el pecho. Se vio idéntica y con su misma edad de aquel día, con el velo y la corona con que se había casado, la diadema de esmeraldas rojas y los anillos de boda, como su madre lo había dispuesto con su último suspiro. No sólo la vio como fue en vida, con su misma tristeza inconsolable, sino que se sintió vista por ella desde la muerte, querida y llorada por ella, hasta que el cuerpo se desbarató en su propio polvo final y sólo quedó la osamenta carcomida que los sepultureros desempolvaron con una escoba y la guardaron sin misericordia en un saco de huesos. 

Dos horas después, Ana Magdalena le dio una última mirada de compasión a su propio pasado y un adiós para siempre a sus desconocidos de una noche y a las tantas y tantas horas de incertidumbres que quedaban de ella misma dispersas en la isla. El mar era un remanso de oro bajo el sol de la tarde. A las seis, cuando el marido la vio entrar en la casa arrastrando sin misterios el saco de huesos, no pudo resistir su sorpresa. “Es lo que queda de mi madre”, le dijo ella, y se anticipó a su espanto.

“--No te asustes –le dijo--. Ella lo entiende. Más aún, creo que es la única que ya lo había entendido cuando decidió que la enterraran en la isla” (En agosto nos vemos).

Los habituales lectores de GGM quizás noten que En agosto nos vemos puede leerse como una historia de adulterios femeninos, nada indignos en un matrimonio católico, o como novela en clave, que oculta, tras la macabra sorpresa del final, la certeza de que nuestras vidas son actos sin sentido, sin ayer, sin presente ni futuro y forraje de la nada. Ana Magdalena es una alegoría, ni femenina ni masculina, de los espejos, las ideas o el coito, que dan continuidad al mundo humano. Y resucitan la nada, al servicio del sepulturero de turno, ese invento del capitalismo que suplantó el pensamiento mágico y las religiones.

Ana Magdalena es también quien lee su historia y siente el marasmo aterrador de los presagios y de “ese otro” que nos acompaña, como sombra. Ana Magdalena es tantas y tantos como los amantes anuales que recluta. Y más que pensamientos y voces de mujer, es la milenaria voz de los presentimientos, que termina por hacernos polvo, como los huesos y maderos del cofre de la madre. Como en Cien años de soledad y las tragedias griegas, En agosto nos vemos un acaso nefasto y obscuro sino gobierna la historia del sujeto. El sujeto no hace su historia: la padece.

Hay quienes creen que el laurel de GGM reside en una cosa llamada realismo mágico. Nada de eso. Su eternidad y hechizo son consecuencia de su lirismo, la médula de las grandes narraciones de nuestra lengua desde Cervantes y Rubén Darío. En agosto nos vemos percibimos ese aleteo de su prosa, pero también el cansancio y la lentitud de ella alcanzado el nuevo siglo. Lo que asombra es que estando enfermo de ese mal del olvido, los capítulos 1 y 5 conserven el ritmo poético de El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto, su obra maestra y su mejor autorretrato. 

Que la protagonista sea en continente una señora de medio siglo, que su villa republicana esté abrumada por melodías clásicas y sus noches de infidelidad por danzones caribes, y sus lecturas sean libros que Gabito adoraba, todo ello y de consuno, no son cosa distinta que despojos para seguir dislocando, en el lector, el tiempo y el espacio de la nouvelle. Igual con las pinceladas de las miserias del mundo y sus pobrezas. 

Los fragmentos eróticos son de una finura y contundencia comparable a algunas páginas La Romana, de Alberto Moravia, y son de una eficacia digna de los plano secuencia de De Sica o Rossellini. Gabito era de un pudor que solo se borra con la elevación que engendra la poesía, y sin duda, las canciones amor, que ocultan los mas salaces actos de lascivia con un andamiaje de virtudes y avemarías. Ni Lawrence, ni Miller, ni Navokov y menos Proust, se dan cita en esta narrativa lírica, digna de Lyckliga skitar, el filme de Vilgot Sjöman sobre Charlie el vergonzoso. 

“No hubo más trámites. Ambos sabían ya a lo que iban, y ella sabía que era lo único distinto que podía esperar de él desde que bailaron el primer bolero. La asombró la maestría de mago de salón con que la desnudó pieza por pieza, con la punta de los dedos y sin tocarla apenas, como deshollejando una cebolla. En la primera embestida se sintió morir por el dolor y una conmoción atroz de ternera descuartizada. Quedó sin aire y empapada en un sudor helado, pero apeló a sus instintos primarios para no sentirse menos ni dejarse sentir menos que él, y se entregaron juntos al placer inconcebible de la fuerza bruta subyugada por la ternura. Nunca se preocupó por saber quién era él, ni lo pretendió, hasta unos tres años después de aquella noche brutal, cuando le reconoció en la televisión” (En agosto nos vemos).

  

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LA VANGUARDIA

Barcelona – España

3 de marzo de 2024

 

Secretos y enigmas

de la última novela

de García Márquez

 

EL 6 DE MARZO, A LA VENTA

Álvaro Santana Acuña ha estudiado en profundidad

el manuscrito de 'En agosto nos vemos'

 

Gabriel García Márquez en una imagen del 2005. Foto: Llibert Teixidó

Por Álvaro Santana Acuña 

En el 2004, a sus 77 años y con toda la fama del mundo sobre los hombros, Gabriel García Márquez envió a su agente literaria Carmen Balcells el borrador de la que acabó siendo su última novela, En agosto nos vemos (Random House, a la venta el 6 de marzo). Era un ritual desde hacía más de treinta años. García Márquez quería conocer la opinión sobre el manuscrito de Kame, como llamaba cariñosamente a su agente. Lo que le envió no era la versión final, pero sí era la versión con final. La novela estaba terminada, aunque había que pulirla, y García Márquez lo sabía mejor que nadie.

Los últimos diez años he estudiado los manuscritos de las novelas, los cuentos, los discursos y los artículos periodísticos de García Márquez que se conservan en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas y la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá. He conocido en detalle cómo escribió, entre otros, los manuscritos de El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y por supuesto Cien de años de soledad, novela sobre la que escribí una biografía en inglés, Ascent to glory, que saldrá en castellano el próximo año 

Además de los manuscritos de Gabo, como se le conoce popularmente, también he examinado los manuscritos de Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós, Madame Bovary de Flaubert, Kew gardens de Woolf, Mientras agonizo de Faulkner y Rayuela de Cortázar. He mirado con lupa las pruebas de imprenta corregidas a mano de El viejo y el mar de Hemingway y Ulises de Joyce. No con menos fervor, leí las hojas escritas en letras diminutas de Los Rivero, el relato inacabado de Borges que pudo convertirse en la novela que nunca escribió. 

Estos y otros manuscritos y documentos los he leído con obsesivo cuidado, y aprendí que si algo caracteriza a estos maestros de la literatura es su pasión irrefrenable por contarnos una historia y un respeto exquisito por la palabra. Sus manuscritos nos descubren además que los caminos para escribir un texto, desde la idea inicial hasta el punto final, son múltiples y sinuosos. En el caso de García Márquez, lo que singulariza su forma de escribir es su manera de reescribir sus textos. 

El manuscrito de ‘En agosto nos vemos’ contiene la magia de su estilo

La capacidad que Gabo tenía de autoeditarse, de corregir lo escrito con los ojos del más riguroso editor, no la he visto en los manuscritos de otros escritores. De Fortunata y Jacinta de Galdós solo se conservan dos versiones manuscritas y las pruebas de imprenta. En el caso de Gabo, de Memoria de mis putas tristes existen dieciocho versiones. Y en cada nueva versión se ve cómo, palabra a palabra, tachón a tachón, reescritura a reescritura, va emergiendo la magia de ese estilo que sigue hipnotizando a millones de lectores. 

Con cada revisión del manuscrito, García Márquez intentaba dar un salto de calidad en la historia. Era un trabajo casi artesanal, siempre en busca de la palabra cumplidora y sorprendente. De hecho, en las fotos donde aparece escribiendo en su estudio, siempre a su lado no faltaban toda clase de diccionarios. Consultarlos era, según cuenta en sus memorias, Vivir para contarla, un hábito heredado de su abuelo, quien acostumbraba a buscar en su diccionario el significado inequívoco de las palabras. 

Los lectores son afortunados porque En agosto nos vemos contiene la magia del estilo de Gabo. Nos sorprende con combinaciones impensables entre palabras, con frases musicales y con pasajes deslumbrantes que se nos clavarán en la memoria. Es el García Márquez contador de siempre, pero en el otoño de sus casi ochenta años. En ese momento, como nos recuerdan sus hijos Rodrigo y Gonzalo en el prólogo a la novela, su principal materia prima y herramienta de trabajo, la memoria, se le consumía sin esperanza. En esa memoria, Gabo almacenaba su propio diccionario creado tras sesenta años escribiendo. Sentir que se le borraba debió ser tan doloroso para él como para Beethoven fue el ir quedándose sordo.

Aunque la magia de la narración está mermada por su enfermedad, no significa que los manuscritos de En agosto nos vemos dejen de tener su propia magia. De hecho, las diferentes versiones de una novela que se quedó sin una autoedición completa sean la mejor y más transparente oportunidad para entender cómo escribía realmente García Márquez.

Con cada revisión, intentaba dar un salto de calidad en la historia

En esas versiones, que primero leí en el 2017 y luego en el 2019 y el 2022, Gabo se pregunta si “dando tumbos” es la manera exacta de describir cómo viaja el taxi que conduce a la protagonista, Ana Magdalena Bach, hacia un hotel. También pensó y repensó si ella debía tener cuarenta o cincuenta años. Eliminó la palabra infidelidad para acaso no plantar estigmas en la imaginación de los lectores. Cambió los nombres de los personajes: Narciso se convirtió en Gastón. No desarrolló la idea de un encuentro con una lesbiana. Sacó párrafos enteros de un capítulo y los injertó en otro. Pero acaso lo más impresionante sea admirar cómo palabras que son solo pinceladas impresionistas, como un telegrama, se van llenando de vida sobre el papel. 

Además, García Márquez solía hacer cambios muy fuertes en las versiones más tardías. Por ejemplo, en el manuscrito final de Crónica de una muerte anunciada, cambió el nombre del protagonista, Santiago Aragonés, por el de Santiago Nasar. ¿Cuál habría sido el texto definitivo de En agosto nos vemos si la salud le hubiera respetado? La respuesta se la llevó García Márquez consigo, pero gracias a la cuidadosa labor del editor español Cristóbal Pera, el más estrecho colaborador del escritor en sus libros finales, los lectores de todo el mundo tendrán la última y feliz oportunidad de reencontrarse con una nueva historia de García Márquez.

 

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REFORMA

Ciudad de México

3 de marzo de 2024

 

CULTURA

 

García Márquez se reencuentra

con sus lectores

 

Por Israel Sánchez

 

La portada del nuevo libro fue diseñada por el ilustrador David de las Heras. Crédito: X Fundación Gabo

García Márquez en una fotografía de 2010, mientras lee, en su casa, "Yo no vengo a decir un discurso". Seis años antes había publicado su última novela: "Memoria de mis putas tristes". Crédito: AP

A 20 años de la publicación de su última novela, Gabriel García Márquez (1927-2014) se reencuentra este miércoles con sus lectores de todo el mundo con el lanzamiento póstumo de En agosto nos vemos (Planeta).

"Realmente parecía algo ya imposible. Pensábamos que lo que se publicó en vida de García Márquez era su obra entera, puesto que él había tomado las decisiones editoriales", apunta en entrevista el escritor, traductor y crítico literario Geney Beltrán, para quien la aparición de esta obra ratifica el estatuto de autor clásico y universal del Premio Nobel de Literatura colombiano.

"Esa condición de clásico vuelve importante cualquier escrito suyo que no se haya publicado en vida. No es sólo un interés documental o histórico, sino que es un interés literario", agrega el coordinador ejecutivo de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, proyecto dependiente de la Fundación para las Letras Mexicanas.

La undécima novela del autor de obras como Cien años de soledad y El coronel no tiene quién le escriba narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer casada que cada 16 de agosto visita la tumba de su madre en una isla del Caribe, y durante esos viajes mantiene varios encuentros eróticos con distintos amantes. 

Su publicación se enmarca en el aniversario 97 del natalicio de García Márquez, y a un mes de cumplirse 10 años de su muerte, con cerca de 40 editoriales internacionales realizando un lanzamiento global en todos los mercados, algo igualmente inédito para una obra póstuma, considera Jaime Abello, director y cofundador de Fundación Gabo. 

"Está destinado a ser un bestseller, y esto confirma la condición de clásico que ya tiene García Márquez. Entonces, se recibe con interés la obra, más allá de que al final a uno le guste más o menos, pues es la obra de un clásico de la literatura mundial", dice Abello a REFORMA. 

"Es, obviamente, un libro de Gabo, pero que ha sido autorizado por sus causahabientes, por sus herederos (sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha), y no por él", continúa. "Es una decisión que se tomó muy cuidadosamente y se desarrolló editorialmente con mucho cuidado". 

Los hijos del Nobel colombiano, quienes prologan la novela inédita, eligieron al editor Cristóbal Pera, que ya había trabajado antes con el autor, para concretar la publicación de la obra en la que García Márquez trabajó desde 1999 y de la que publicó algunos capítulos en revistas, cuyos manuscritos permanecían en los archivos vendidos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas. 

"Básicamente, partió del último manuscrito que había en el Ransom, más las notas, más las correcciones adicionales que hizo (el autor) y que conservó en el computador la asistente de Gabo. Y a partir de allí compuso un texto que es de García Márquez, que lo único que ha tenido es un proceso editorial como el de cualquier otro libro de cualquier otro autor", refiere Abello. 

"Yo pude reconocer en el manuscrito que ya esa obra estaba en un punto en el que sólo le faltaba un pulimiento por parte de un editor", resalta vía telefónica Gustavo Arango, autor, periodista y académico colombiano de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta, autodenominado "abogado defensor" a favor de la publicación de este libro.

En realidad, Arango estima haber tenido una influencia definitiva en el hecho de que finalmente pudiera ver la luz esta novela inédita que parecía condenada por una lectura de la agencia literaria Carmen Balcells, representante de García Márquez por más medio siglo, cuyo dictamen también se podía consultar en el archivo en Texas. 

"Realmente la demeritaba un poco, y yo tengo la impresión de que esa fue la única opinión en la que se basó su familia para decidir que no la iban a publicar", comparte Arango, estudioso de la vida y obra del Nobel, sobre aquel dictamen que consideraba a En agosto nos vemos como un cuento repetitivo y alargado. 

"Y yo lo que pensaba era: 'Pero, por Dios, repetitivo Cien años de soledad; repetitivo es El otoño del patriarca'. Ése es casi que el sello de García Márquez en muchas de sus obras, y es porque maneja una temporalidad muy caribeña, muy cíclica que a veces cuesta entender". 

A decir suyo, un artículo que publicó en 2022 destacando el valor de esta historia y la importancia de publicarla habría sido el punto de partida para que la propia familia de García Márquez así lo reconsiderara; "no voy a salir ahora a decir: 'Yo logré que se publicara', pero digamos que algo influí, y eso me llena de mucha satisfacción", destaca.

"Y, bueno, incluso no siendo su mejor novela, es un buen cierre para su conjunto. Pero, además, una novela mediana de García Márquez sigue siendo una novela muy superior en el ámbito de la literatura latinoamericana", argumenta Arango, elogiando el estilo transparente y depurado de esta nueva obra.

"Es una novela que no va a decepcionar", asegura quien la devorara en una tarde y ya tiene preordenadas las ediciones en español e inglés. "Es una novela donde está García Márquez en ese nivel de una persona de una gran maestría, a pesar de las dificultades que todos sabemos que estaba viviendo para escribir (en sus últimos años)".

Sobre todo, Arango remarca la importancia de cerrar la obra del autor originario de Aracataca con esta historia luego de la recepción y crítica tan severa en contra de Memoria de mis putas tristes (2004), su última entrega de ficción.

"Ahí la literatura un poco se pierde porque es un tema demasiado complicado: un hombre de 90 años que se compra una noche con una niña. Eso es difícil de aceptar, y eso no es García Márquez en general. Cerrar una obra como la de él con ese episodio un poco sórdido me parece que no era un buen cierre", opina Arango.

"Mientras que aquí (en En agosto nos vemos) hay una dignificación de la mujer que yo creo que es más él porque siempre fue un hombre, un autor, una persona muy respetuosa, y siempre puso en una situación muy digna a la mujer. Y es un poco frustrante ver que muchos lo estaban descalificando simplemente como un machista perverso. Por eso es que me parece que esta novela representa un cierre mucho más digno". 

'Más allá del bien y del mal'

Si bien destinada a ser un superventas, la novela inédita de García Márquez también parece sentenciada a la guillotina de una crítica feroz bajo el actual signo de los tiempos.

Arango, quien considera a En agosto nos vemos como una obra con un desdoblamiento femenino del autor y un diálogo con su madre muerta, augura, por ejemplo, señalamientos "patriarcales" al intento por parte de un hombre de construir un personaje femenino. 

"Me parece equivocado juzgar a un autor por lo que hacen sus personajes; también me parece que es un poco estrecho decir que un hombre no puede crear personajes femeninos, o que una mujer no puede crear personajes masculinos. Entonces, obviamente, la incomprensión está garantizada", sostiene Arango. 

"Realmente, el autor se expone a la crítica, y cuando se trata de un autor tan difundido como García Márquez, también se expone a críticas poco fundamentadas, un poco viscerales, poco informadas. Entonces, bueno, García Márquez está más allá del bien y del mal en este momento", prosigue el académico.

¿Es justo publicar una novela que será tan criticada cuando ya no está su autor para poder defenderla?

He llegado un poco a la conclusión de que toda literatura es póstuma, que el autor no está para defender su obra; la obra es el producto de muchas cosas: de un espíritu creador, de una época, de un contexto cultural, y está para ser apreciada y para suscitar reacciones. Pero realmente la obra no hay que defenderla, la obra es póstuma (...) y la obra se tiene que defender por sí sola. 

Para Beltrán, por su parte, la obra literaria no es reductible a una sola consideración, "y menos si se busca una identificación con una forma, más que de pensamiento, de opinión", expresa el escritor.

"Y, ciertamente, la ausencia física del autor ya es irrelevante. Lo que se puede cuestionar es la obra; hay aspectos de maestría técnica y de retórica que por sí solos son dignos de consideración y que pueden ser verdaderamente maravillosos", añade Beltrán, enfático además en cuanto a que no importa si un autor es hombre o mujer, sino la manifestación de una "sensibilidad andrógina". 

"Es esa sensibilidad andrógina una despersonalización que te lleva más allá de lo que es tu cuerpo, de lo que es tu historia personal por crecer con un cuerpo en un género determinado, lo que se manifiesta en la escritura en esos momentos privilegiados en los cuales la imaginación y la sensibilidad expresan lo que nosotros ni siquiera sabemos qué traemos dentro". 

De las páginas a la pantalla, 'un shock'

Aunado al impacto que previsiblemente tendrá la publicación de la novela inédita de García Márquez, se suma el lanzamiento este mismo año de la adaptación televisiva de Cien años de soledad, en Netflix. 

"Eso también va a renovar el interés en el autor", percibe Abello.

Claro que no todo el mundo está de acuerdo con tal adaptación; el propio Arango se ha propuesto que no la verá, apelando al propio rechazo que en su momento llegó a manifestar el autor 

"Una de las razones que daba es que, en el momento en que las personas ven el rostro de un actor en un personaje, inmediatamente queda fija esa imagen. Cuando no existe la versión audiovisual, no existe la película o el programa de televisión, cada uno se imagina a Aureliano Buendía como su abuelito, a Úrsula Iguarán como su abuelita, y él (García Márquez) decía: 'Ninguno de nosotros tiene un abuelito que se parezca a Robert Redford'. 

"Y es lo que ha pasado un poco con El amor en los tiempos del cólera; yo ya no soy capaz de leer esa novela sin pensar en Javier Bardem", lamenta el autor, quien además refiere las dificultades para llevar la obra de García Márquez a las pantallas. 

"Aunque digan que es muy visual, el lenguaje, lo verbal, es muy difícil de visualizar en el cine", explica. "Por ahí escuché que incluso ya la serie basada en Cien años de soledad no se va a llamar así, sino Macondo, que es en cierto modo ya empezar a admitir la derrota. Ya se dieron cuenta que no van a ser capaces". 

Es, compara a su vez Beltrán, "ponerse con Sansón a las patadas", en tanto cada lector se ha hecho su propio Macondo mental donde habitan los personajes de la familia Buendía.

"Y presentar esa traducción al lenguaje cinematográfico o televisivo es un shock. Creo que va a ser un shock entre lo que uno tiene en la cabeza y lo que encontraremos", predice.

Finalmente, el coordinador de la Casa Estudio Cien Años de Soledad pondera aquella negativa inicial de García Márquez hacia las adaptaciones, aunque al final dejó abierta la puerta a sus hijos para que ellos tomaran la decisión de dar cualquier tipo de autorización a proyectos de esta índole.

"Quizás también faltaba que asumiéramos la posibilidad de que se adaptara a una serie; yo me pregunto, si hace 30 años hubiera habido este auge de las series televisivas, y alguien le hubiera dicho a Gabo: 'Mira, no una película, pero sí una serie de 10 o 15 capítulos', capaz que Gabo lo hubiera considerado llamativamente si hubiera visto él Breaking Bad o Los Soprano. Pero es sólo especulación mía"  


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